martes, 4 de agosto de 2009

Memoir

Antes yo pensaba más; pensaba más, quería más, esperaba más, me daba más, confiaba más. Antes yo no era como soy ahora; no me quemaba tanto la cabeza con lo mismo una y otra vez... Lo único constante ha sido el sentimiento de vacío.
Sinceramente me tiene muy asqueada y hastiada el sentimiento de vacío; estoy cansada de aceptarlo, de convivir con él, de darle nombre, de darle forma, de pretender que de momentos que no está para saludarlo luego con más ansias y con la misma emoción que le di la primera vez que lo tuve, pensando, tal vez, que significaba crecer. Luego de años de conocerle, sólo sé que no implica crecer.. implica vivir.
Últimamente he cambiado mucho de espectativas, de metas y de sueños. Últimamente no me siento sinceramente yo y eso me asusta. Cuando me asusto corro. Pero ahora no tengo a dónde correr y no sé cómo decir que estoy parada frente a una pared, con la espada en la espalda, con la mente en blanco, paralizada del susto y que nadie lo ve, sin hacer que suene un típico cliché, y sé que decir que es cliché no lo vuelve menos cliché, gracias, de esos tantos que repito y en los que me resguardo de cuando en cuando... porque mi vida es una inconstancia constante.
Hoy no soy yo... mañana lo dudo y pasado, tampoco. Debe ser que se da por la misma inconformidad que siento con mi vida que me hace necesitar cambiar y variar. El problema es que en ello no va implícito el "crecer", sino el huir. Hoy no soy yo y sin ser yo me quedo sólo en espectativas y sueños... Hoy lo que soy, quiere algo concreto y no sé dónde buscarlo.
Siempre siento que me falta algo... Vuelvo al sentimiento de vacío. Si supiera qué es ese algo la vida sería mucho más fácil y dejaría de sumergirme en una novela mexicana barata, con más drmas que Shakespeare, pero que ninguno llega verdaderamente a un fin... y los que lo hacen lo hacen de mala manera. De cualquier forma, de drama en drama, de dicha en dicha, siempre siento que me falta algo y estoy harta también de darle nombre a ese algo porque las cosas superiores no tienen nombre. Dios no se llama Dios. Y el sentimiento de vacío se convierte en un sentimiento de insignificancia... es que creo que antes yo pensaba más; pensaba más, quería más, esperaba más, me daba más, confiaba más. Antes yo no era como soy ahora; no me quemaba tanto la cabeza con lo mismo una y otra vez... porque antes sólo era y no me condicionaban diez mil cosas, no tenía resquemores, nadie me había enseñado a hacer daño ni me habían hecho daño... Hoy hiero, hoy no quiero, me desmotivo, desaliento y me busco entre un montón de pedazos de mí que saco de alguna memoria implantada. En verdad, lo único constante ha sido el sentimiento de vacío.