domingo, 26 de abril de 2009

Estimado Señor Caos

El Señor Caos me mira a los ojos y me dice que caminemos hasta el fin del mundo. Yo lo tomo de la mano y caminamos por valles interminables hasta la cascada maravillosa de mil colores que se vacía en un río de sueños inalcanzables tan lindos y utópicos como mis ojos perdidos en los de mi querido Señor Caos.
Más allá del río están los precipicios después de las planicies de algodón donde cantan los conejos de chocolate y ríe un cielo tricolor. Más allá de los precipicios están las ciudades donde nadie sabe quién es quién y luego el fin del mundo. El Señor Caos aprieta mi mano con fuerza y me dice que no tenga miedo porque él va estar conmigo siempre, que nada me podrá hacer daño y yo le creo porque algo en su mirada me asegura que sí estoy segura.
Cierro los ojos para preguntarme si estoy soñando, pero no estoy soñando porque lo siento cerca de mí y siento el viento rozando mi cara y la tierra alejándose de mis pies. Cierro los ojos con fuerza porque no me gustan las alturas. Abro los ojos para ver que él esté aún ahí.
Abajo canta el suelo una canción confusa y retorcida que hace doler la cabeza a tonos lentos. Abajo canta el agua una canción molesta y retorcida que hace doler el estómago y los ojos y las orejas y cada parte de mí se va llenando con el ritmo y cada parte de mí se va congelando de a poco hasta que mis manos se vuelven frío y el frío toca a quien sostiene mi mano. Al Señor Caos no le gusta el frío.
Mi existencia cae y yo caigo con ella. Extiendo mis manos hacia arriba como si alguien fuera a sujetarlas y mis piernas hacen un ángulo de noventa perfecto con la tierra como queriendo hacer un equilibrio que no alcanzo y me pregunto dónde quedaron las promesas, mientras los pájaros susurran mentiras en mi oído derecho y los ángeles, en el izquierdo. Es como Dios en un complot divino por arruinar mi existencia.
Más cerca me encuentro del suelo y no veo nada, sino rayos verdes y rosados cruzando mi cara para chupar lo poco que queda de mi alma antes de desintegrar mi cuerpo en las rocas a las que me precipito sin remedio. A medida que me acerco no parecen tan suaves, haciendo más estúpido que se llame “el valle de algodón”. Todo es estúpido en este punto. Hasta la necesidad de ver mi vida en un flashback. Hasta que me vengan imágenes a la cabeza que no sabía que recordaba. Hasta que sienta con más fuerzas cómo el Señor Caos me miró a los ojos y me dijo que caminemos hasta el fin del mundo. Yo lo tomé de la mano y caminamos y volamos. Las cosas se veían hermosas y perfectas, hasta los sueños inalcanzables tan lindos y utópicos como mis ojos perdidos en los de mi querido Señor Caos.
Más cerca me encuentro del suelo y no veo nada, no pienso nada, no creo nada. Más cerca me encuentro del suelo y me pregunto quién podrá confiar en realidad en la mirada del Señor Caos.

Reflejo Reducido

Despierto dormido, duermo despierto, mientras veo al puntito café correr por la casa e iluminar todas las fotos en las paredes, envuelto en una bruma extraña que sólo puede pertenecer a un sueño. El mundo gira en torno al puntito café.
Levanto mi mano derecha para tantear el aire que se siente más denso, quizás por la misma bruma o porque los colores se tornan más pálidos, creando un efecto visual que mi mente interpreta con tacto. Mi mente tampoco está del todo bien últimamente. Levanto mi mano izquierda y siento el ventilador soplando. Es la tonta manía que tengo de dejarlo siempre prendido por la noche para no escuchar el vacío, mientras mi cuerpo se deja consumir por la inmensidad de la cama a la que me encuentro condenado hace ya más tiempo del que puedo contar con las manos. Tampoco es que tenga muchos dedos en las manos… pero las semanas se me han hecho inmensamente largas.
El cuarto está oscuro. Lo digo porque las cortinas están cerradas y de cuando en cuando preferiría que las abrieran para que entrase un poco de luz, pero nadie las abre, y me pregunto, por lo mismo, si en realidad alguien recuerda que estoy aquí, aunque a la vez me respondo que yo no pertenezco aquí y caigo en razonamientos absurdos de mundos alternos, de realidades diversas que no me llevan sino a conclusiones más estúpidas, más breves, más ilógicas que me hacen creer que tal vez debería despertar.
El puntito café trepa la pared derecha, cuidando de que yo no lo vea. Lo sé porque se mueve rápido y cada vez que lo miro fijo, se detiene. No sabe que lo observo también con la punta del ojo cuando no está atento. Hace círculos a su paso y me deja ver los recuerdos de un lugar lejano. De lejano lo clasifico porque a este nivel, nada me queda cerca, sino mi propia agonía y esta necesidad de pellizcarme el brazo, para saber si siento dolor. No lo hago por temor a que esto sea real.
Me brinca en la cara la soledad, a mi lado se recuesta el vacío y lo percibo junto a mí, como un amante confuso dispuesto a irse y quedarse a la vez, sin querer dar respuestas claras ni señales concisas, pero es lo más cercano al amor.
El puntito café aparece y desaparece detrás de los marcos de las fotos colgadas. Crece de repente y se convierte en una aurora junto a la cortina. Se empequeñece y se me vuelve invisible. Se precipita desde el techo y cae al suelo para seguir jugando con mi vida, sabiendo que yo no puedo alcanzarlo nunca. El puntito café se burla de mí en mi cara. El mundo gira en torno al puntito café.
Me aparezco, entonces, yo mismo envuelto en una bruma extraña que sólo puede pertenecer a un sueño o a una pesadilla, viendo correr las fotos en las paredes y la casa, por el puntito café, molesto, confundido, exaltado, medio cansado, medio suicida… duermo despierto y despierto dormido.

viernes, 24 de abril de 2009

Vacío de ti

Porque no sería diferente que un día de estos volvieras y me miraras a la cara y me dijeras que no fue un sueño todo lo que pasó, aunque ahora me lo parezca. No sería nuevo, pero tampoco estaría demás.
Yo sé que estuviste aquí, hablándome, abrazándome, sintiéndome. Yo sé que estuviste aquí porque te gusta mi presencia. Yo sé que estuviste aquí porque todavía siento tu olor rondando por las paredes de la habitación. Yo sé bien que estuviste aquí, fantasma.
Me molesta, de todas maneras, en demasía que te hayas ido. Me molesta porque es incómoda tu ausencia y es incómoda mi incomodidad. Es irritante, embriagante, es incluso palabras que no sabría bien si decirte o no. Fantástico, esa es. Abstracto, esa es.
Invisible, aún te encuentras escondido en alguna parte. Invisible, intangible, inexcusable, inverso, interno, ajeno. Déjame describirte todo el tiempo que pueda, déjame tenerte mío antes que te me escapes de las manos, fantasma.
Estas cosas no le pasan a todo el mundo. No todo el mundo te ha visto y estoy conciente. Nadie creería que pasaste por mi vida y estoy segura de que pasaste por mi vida; te juro que aún te siento, fantasma. Te juro que se me ha quedad impregnada en la ropa tu esencia, te prometo, por lo más sagrado que tengo, que no miento porque, creo que no alcanzaste a conocerme lo suficiente, yo no sé mentir.
Te espero sentada en la ventana. Te recuerdo sentado en las repisas, sonriendo, cantando, soñando, bailando y diciendo cosas que en realidad no me importaban mucho. No es que me tenga que importar todo lo que dices para que tu existencia se convierta en una de las cosas más maravillosas que me han pasado, que seas el ser más perfecto que he conocido, que contengas todo lo que necesito, que sienta la necesidad de decirte cada vez que te pienso “Gracias por existir para mí”.
Más vacía me sentiría dejando la puerta abierta de noche. Tú sabes que siempre dejaba la puerta abierta de noche porque le tengo miedo al silencio. No dormías para hacer ruido, para que yo descansara, para que estuviera tranquila, para que supiera que estabas ahí. Tampoco es que necesitaras dormir mucho ¿verdad? Porque los fantasmas no duermen. Ahora tu no-presencia llena rincones que no sabían que estaban ahí. Yo no sé muchas cosas. Dónde estás es una de ellas.
Me vienen mil canciones a la cabeza, en serio. Mil canciones que podría cantarte para describir lo que estoy sintiendo ahora. Las desganas, la desmotivación, la confusión, el no estar segura de si estoy haciendo lo correcto… No, no soy perfecta, no siempre hago lo correcto y perdóname por ser así y no como tú querías que fuera, fantasma… Quizás es sólo una obsesión absurda de esperar tu presencia aún después que te has ido y has vuelto de un lugar muy loco de donde no pensaba que volviera la gente, del vacío absoluto de donde se supone, se consumen las almas. Tal vez yo estoy muerta también, fantasma, tal vez. Por eso te pido que regreses, porque no sería diferente que un día de estos volvieras y me miraras a la cara y me dijeras que no fue un sueño todo lo que pasó, aunque ahora me lo parezca. En todo caso, hay muchas cosas que me parecen, sin ser necesariamente ciertas. No, no sería nuevo, pero tampoco estaría demás.

jueves, 23 de abril de 2009

Cielo de un sólo color

Le dijeron que una vez existió y él se lo creyó porque le gusta creer. En realidad, no es que le guste creer, sino que no encuentra ningún lugar más cómodo para dormir de noche que sobre su propia ironía existencial.
La gente dice muchas cosas, muchas cosas no son verdad, aunque haya muchas verdades por ser descubiertas y dichas y gritadas y cantadas. No hay que creer todo lo que se escucha. Y él no creía todo lo que oía por ahí, muchas cosas sí, pero no todo. Esta es una de esas cosas en las que valía la pena creer, por eso escribe:

Sombras oscuras corriendo en las pocas luces restantes de la oscuridad de la noche. Sombras oscuras moviéndose, abarcando espacios que no les pertenecían, molestando, brincando, gritando y él en medio. Él, el hombre del cabello largo y las alas de ángel. Él, la criatura de los mil años, de la mirada profunda, de la sonrisa cálida, de las ganas de volar. Él, la figura más imponente entre las figuras que se mueven en donde no hay nada.
Le contaron que vagaba porque le gustaba vagar. Dedujo que le gustaba vagar porque le gustaba pensar. Por tanto, le gustaba pensar porque tenía muchas cosas en la cabeza. Él era un hombre con problemas, problemas con sus alas, problemas con la altura y la velocidad, problemas con las ganas de caer. Él era un hombre con reflexiones profundas, con una irritante costumbre de decir todo lo que pensaba y sí, todo el que lo veía sabía la verdad porque él era tan perfecto que sólo podía pensar la verdad. Sólo caminaba porque a nadie le gusta escuchar la verdad.

Éxtasis. Una sensación profunda de que algo no estaba funcionando bien y se da vuelta para mirar por la ventana. En la ventana no hay nada, ni luz, ni cortinas, ni su propio reflejo observándolo atentamente como buscando algo que no iba a encontrar en sus ojos.

Las alas de ángel las tenía por un motivo práctico que nadie conocía con certeza. La mirada profunda era por los años, los mismos años que le habían tintado el pelo de blanco, blanco que brillaba amarillo, amarillo que se veía azul, azul que recordaba al cielo, cielo de un solo color. El cielo debería intentar acercar a algo, pero es siempre un poco más lejano, más no mío. El cree que alguna vez llegará al cielo y conseguirá probar su propia existencia. En realidad, no es que le guste creer, sino que no encuentra ningún lugar más cómodo para dormir de noche que sobre su propia ironía existencial. “Cielo de un solo color” y recuerda esa canción que pide un sol, no entiende, recuerda, escribe. Le dijeron que una vez existió y él se lo creyó porque le gusta creer. Se toca las alas en la espalda, se pregunta si serán verdad.

La gente dice muchas cosas, muchas cosas no son verdad, aunque haya muchas verdades por ser descubiertas y dichas y gritadas y cantadas. No hay que creer todo lo que se escucha. Y él no creía todo lo que oía por ahí, muchas cosas sí, pero no todo. Esta es una de esas cosas en las que valía la pena creer, por eso escribe y se pregunta si en verdad alguna vez existió.

Su propia existencia hecha leyenda.

lunes, 20 de abril de 2009

ÁngeL

Apareció un día en su vida como con ganas de quedarse por siempre y ella lo aceptó como con ganas de que no se fuera nunca, con una mirada de complicidad, con una sonrisa irónica, con sus expresiones muy ella que a veces a él le incomodaban.
Lo escondía detrás del sillón en los días y en las noches salían a recorrer las calles en silencio, de la mano, como castigando a la vida, como reclamándole que los hiciera tan distintos o que el mundo fuera tan estúpido y tan vacío.
Detrás del sillón, él había creado un mundo maravilloso de polvo y telarañas, de casi sueños, de casi ideas, de casi viajes y casi venidas. Él podía crear lo que quisiera porque él era casi todo. Era como el cielo, como las ganas, como los colores, como la identidad misma. Era el plagio de Dios, la agonía, la felicidad, las necesidades de ella.
Ella ya no dormía casi por verlo.

Olvidable

“Que si ese dios existe, encontrará una manera de demostrarnos que está ahí” y todo el pueblo se volteó para mirar al hombre de túnica blanca y barba larga sentado en la parte posterior del estadio. El hombre sonríe. La gente se emociona y comienza un baile mítico alrededor del fuego eterno que se consumía en el centro.
Todo el mundo esperaba que en un punto el cielo se abriera en dos y bajara el enviado para sacarlos de su miseria y entregarles la vida eterna, por eso bailaban: para que a la bajada, el dios los encontrara con una sonrisa en la cara y un alma joven animada por el alcohol y tonadas extrañas que alentaban movimientos exóticos. Las fiestas ya no eran algo nuevo, y de tanta juerga, los espíritus tampoco.
En las gradas, sentado, un hombre de pelo negro, de gabardina negra, sombrero negro, de ojos negros, de aura blanca y una mirada que provocaba no mirar miraba el cielo con expresión inteligente. Venía, pero no sabía de donde, tenía un destino incierto y un pasado oscuro. Tenía en su quimera un montón de aventuras contra esfinges y dragones, contra demonios y falsos dioses que le habían tratado de atravesarlo. Tenía un aire a aventura teñido en la piel y una sensación de invisibilidad golpeándole las pestañas. Entre la emoción y la fiesta, nadie lo miraba. Era él.
La noche era oscura, como siempre, en el pueblo que nadie recuerda. La luna brillaba poco, como siempre, en el cielo del pueblo que nadie recuerda. El viento era frío y rozaba la luna del cielo del pueblo que nadie recuerda. La gente era tonta, las vidas vacías, las ganas pocas, el tiempo muy breve y todo corría todo moría, todo vivía sin mayor sentido en el pueblo que nadie recuerda, basado en supersticiones y costumbres cuyos inicios y explicaciones estaban borrados de las memorias de las patéticas personas.
Él se levantó de las gradas como con ánimo para hacer algo diferente. Se sacó la gabardina negra. Se quitó el sombrero negro. Se pasó las manos por la cara y pensó que quizás ya era momento de hacerse notar. Tantos años viviendo en silencio, esperando, soñando, pensando, reflexionando y se empezó a dar cuenta de que hay momentos que nunca llegan si uno no los arma.
Caminó hacia el fuego. Sonrió. Sonrió como nunca había sonreído antes y los ojos negros se le tornaron blancos, la cara se le deformó y empezó a temblar y a gritar, justo al lado de la fogata. La gente seguía bailando desaforadamente. La gente gritaba también. La masa se movía en un vaivén absurdos al ritmo de tambores y sonidos abstractos que llenaban todo y a todos. De pronto, silencio. Él temblaba junto al fuego, su chaqueta y su sombrero quemándose lentamente, extinguiéndose en un humo grisáceo turbio y molesto que se elevaba y se escapaba con el viento al alcanzar una altura considerable.
El hombre de barba blanca se levantó de su silla en la parte posterior del Estadio, dio unos pasos hacia el frente, alzó sus manos hacia el cielo y exclamó “¡He aquí, hermanos míos, la señal divina que estábamos esperando!”.
La gente conmocionada empezó a correr por todas partes, tratando de agarrar todo lo que pudieran para su viaje a la tierra mágica donde el enviado habría de llevarlos.
Él temblaba en el centro, junto al fuego casi extinto, extinguiéndose él mismo en un montón de ideas que le venían a la cabeza mientras muchos pies se movían alrededor suyo. Él era por fin el centro de atención, feliz, emocionado, moría con los ojos blancos, un aura blanca, el torso desnudo, las nariz sangrando y una expresión de delirio única, propia de un valiente o de un aventurero, pero no de un dios.

“Que si ese dios existe, encontrará una manera de demostrarnos que está ahí” y todo el pueblo se volteó para mirar al hombre de túnica blanca y barba larga sentado en la parte posterior del estadio. El hombre sonríe. La gente se emociona y comienza un baile mítico alrededor del fuego eterno. El cielo se abre en dos y una luz maravillosa crece y nace y llama a todo aquel que desee a unirse al ejército de la vida eterna y la plenitud, pero nadie lo ve. Sólo un pobre tipo sentado en las graderías que cree que quizás es momento de hacerse notar.
En el pueblo que nadie recuerda, nadie recuerda lo que es Dios.

viernes, 17 de abril de 2009

Alas Rotas

Se murió porque a nadie le importaba su p*ta existencia, por consiguiente, estaba solo. Solo como el trigo medio muerto de la cosecha de la temporada pasada. Solo como la silla rota que se recostaba en la puerta podrida de la entrada por donde entró la última vez antes de no salir nunca más. Solo.
Se murió porque se había ido lo único que le importaba. Se murió porque las cosas son muy efímeras en la vida, porque lo que viene, también va, porque cuando se te acaban las ilusiones, no queda más que desvanecerse y fusionarse con la tierra.
Su cuerpo se descomponía en la mitad de la cocina con una vaso de jugo regado junto a su cabeza y una ausencia permantente colgando de su cabello. Los ojos en blanco miraban sus ideas borrándose y dirigiéndose todas a un solo lugar, tiñéndose de amarillo crepúsculo a medida que se dispersaban por el suelo para luego evaporarse.
Se murió porque estaba solo, porque ya no le importaba nada, porque cuando se levantó esa la mañana y miró por la ventana, no vio sino el vacío que había dejado su vaca, lo último que le quedaba, porque todo lo que viene, va... Se murió porque a naide le importaba un bledo su p*ta existencia!

Messié Chaos

Entonces, me levanto y te pregunto si te quieres quedar un rato porque a mí no me queda mucho tiempo; te tomo de las manos, te miro a los ojos y te ruego que no me seas indiferente. No ahora.
Afuera no llueve; sopla un viento frío, sí, pero ya no llueve. No brilla el sol, no, pero tampoco llora el cielo y hace eso un poco menos incómoda la situación en la que me encuentro de no saber qué pensar, de no saber qué sentir, de no entender tu actitud y tus señales que no son señales, pero yo quiero creer que sí. Hace un poco menos incómoda tu situación de tenerme en frente, esperando que digas algo que no vas a decir, que quieras algo que no quieres, que esperas algo que no deseas, que no mientas, que no seas tan tú, que dejes de ser tan extraño y te vuelvas un poco más de mí. Adentro tampoco llueve, es más como un lapsus extraño del que cuesta mucho salir, donde nos fusionamos con las paredes blancas no-blancas, brillantes por la luz, oscuras por el tiempo, ajenas por tu constante e inexplicable ausencia, dejando todo intacto, inmaculado, sin vida, sin luces ni colores fuertes que motiven y creen esa complicidad loca que sólo se crea con el tiempo y la pasión. Afuera ya no llueve.
Tú no sonríes, yo no sonrío. Un silencio turbulento reina, una incertidumbre molesta y un no sé qué en tus ojos que me miran desde lugares confusos que rondan mis ganas de escapar lejos de todas estas preguntas que nacen con cada roce que siento de tu respiración cerca mío y en cada latido de mi corazón que insinua querer detenerse. Tú no saltas. Yo me pregunto por qué no sales por la puerta ahora y me dejas tu nada y mi soledad o me dejas al menos las respuestas que estoy buscando cuando suelto tus manos que no son manos, sino hielo, que no es hielo sino tu esencia, que no es tu esencia sino vacío y no hay vacío que no sea vacío, por tanto se crea una lejanía compleja ente nuestros mundo que en algún punto tienen que colapsar.
Entonces, me doy vuelta y te repito con más ansias si te quieres quedar un rato porque a mí no me queda mucho tiempo, pero puedo ser tiempo por ti. Porque no entiendes que me encantas, que no molesta, que somos dos, que es rico el estar juntos.
Entonces, me doy vuelta para ver tu sombra saliendo por la puerta... porque afuera ya no llueve y adentro se acerca una tormenta.

domingo, 12 de abril de 2009

Breves 16 años...

Hoy me siento, de nuevo, con cara pensativa tratando de no escribir algo parecido a lo que escribí cuando cumplí 12, o 13, o 10 o esas edades locas en que las hormonas, de verdad, me llevaban a pensar que tenía algún tipo de don mágico para hilar las palabras y hacer que sonaran tan ilógicas que a alguien le hiciera un sentido y le llegaran un poquito más allá del lado cognitivo.. y se acordara alguna vez de mí... A los 15 me di cuenta que sí lo tenía y aún bajo el efecto de las hormonas pude dilucidar que sólo estaba bien escondido, pero estaba ahí.
Entonces, comienza, en realidad, el que el 11 de abril del '93, yo estaba comodamente acurrucada en el vientre de Patry, sin querer salir, con calor y con comida, sin saber que un doctor tenía claro que al día siguiente yo tenía que nacer por obligación porque ya llevaba nueve meses de lujos y nadie debe estar más de nueve meses siendo plenamente feliz ( ? ) Me sacaron a la fuerza. Costó, pero salí.
Como dijo mi abuela, que hace 16 años me tenían cargada y me miraban con cara de "ojalá, Dios mío, se le quiten esos dos 'turumbolos' que tiene en la cabeza" y me sobó tanto la cabeza que sí, al final los 'turumbolos' se me quitaron y las manchas de vino en las cejas y en el bigote se fueron. Hace 16 años mi mamá pensó, la primera vez que me vio, que mi boca medía la mitad de mi cara, estando bajo el efecto de una droga, después de la cesaria (espero) y luego me abrazó y me tuvo todo el tiempo posible acostada en la cama, durmiendo, para quejarse después de que soy una floja y una abusadora, que no me gusta arreglar, que no me gusta limpiar, que todo me da pereza. Salí, ¡hace 16 años!, para que mi papá fuera de las primeras personas en cargarme, convirtiéndose en el acto, un modelo a seguir para mí. Y me sacaron del hospital, en un pueblito bien pequeño llamado Corozal y recibí muchos regalos, muy variados que iban desde gallinas hasta ropa. Sí, dije gallinas. Y después me sacaron del pueblito a la ciudad y de la ciudad a la casa de mi abuela en Turbaco (un sitio muy alejado de Cartagena, allá en Colombia) donde pasé mis tempranos tres años, dulces tres años, con la figura más importante de mi infancia, Nancito, viendo Sailor Moon y Pokemon y El rey León y La Sirenita y cantando.. "Bajo el maar, Bajoo el maar" y todas esas películas que los niños ya no ven porque, aunque nos cueste enfrentarlo: Es otra generación. Ahora ven Bratz y ya no piden una Barbie Pajarito para Navidad, sino un Ipod y una Laptop (cosas que estaría bien bueno que me dieran hoy...). De Turbaco pasé a Cartagena, de Cartagena a Apartadó (donde con 6 años salía más que a los 15), y después de seis meses en Apartadó a Chile y en Chile empezó otra etapa de mí...
En el '99 con casi siete, y con la firme convicción de que iba a volver para estar con mi prima de neuvo, nos vinimos a Chile y me tocó aprender a hablar 'chilenismos' y pasé mis verguenzas con el pico y el banano (resulta que en Colombia 'pico' no significa 'organo reproductor masculino' ni 'la hora pico' es la hora de.. se entiende.. y el banano es una fruta, no una cosa que te pones en la cintura para llevar tu colación). Llega el 2000. No me morí. No nos morimos... entré a primero básico y pasé un año entero mejorando la letra, fui princesa del colegio y traté de imponer mi cultura de fiesta-fiesta en un sitio donde la gente es notablemente más calmada.. No funcionó. Ese año aprendí a andar en bicicleta y me regalaron a mi mejor amiga (muñeca parlante... no, no fue mi mejor amiga, pero gracias por pensarlo). El 2001 entro al Campvs College.. El 2002 salgo del Campvs College y sobre ese período de mi vida sólo vale destacar que conocí a Maca Nuñez, que ahora está conmigo de nuevo, que me regalaron a Chantal, que aprendí que amo escribir y que comencé a ver cosas (en una casa vieja... pero eso es otro de mis vicios) y aprendí mucho sobre nada en especial. El 2003 nos cambiamos al departamento y por cuestiones bien claras, entro al Casc, colegio que marca mi vida para siempre y me hace ser quien soy, entro también al Berlitz donde conocí a mi muy conocido amor de infancia, Joako, quién de manera tácita también inició mi amor por el msn. Conozco a mi Lole, persona que me ayuda y me apoya cuando se lo pido desde entonces, conozco a la Mariii !! y jugamos a la pelota ! y eramos todos unos machos feos. Llega a mi vida el AMOR de mi vida... mi Charlotte. Vale mencionar que era hiphopera ( ? ). El año siguiente me hago amiga de mi Cami Jerez!, mi incondicional. El 2005 me volví niña, no, no me cambié de sexo, pero sí empecé otra etapa de mi vida donde era importante BAÑARSE Y ASEARSE! como fue la etapa anterior. Pensaba en que a los 14, siendo ya grande, iba a ser una chica top, rodeada de hombres y todo lo que no era en ese punto. Sin comentarios. Entré a Scout y desarrollé mi moral... para eso sirve scout. El 2007 entra al Casc una personita mega importante para mí, Mani!, que me ha enseñado desde entonces que no vale la pena ser infeliz. Ese año nos graduamos de octavo y me gané un premio de fotografía en el Juventud Providencia. Conocí también a Max, persona de scout, que resulta ser otro elemento-pilar en mi vida, porque aunque mi relación con él resultara ser más enfermiza y molesta para la mayoría, me ayudó mucho a conocer a los hombres, que para mí eran tabú, y a crecer como persona y a quererme un poco más. También dejé de usar la ropa de mi papá y terminé mi transformación de "cosaamorfasuciayfea" a mujer..cita. Fue el año de las locuras y me pinté le pelo de blanco en las puntas... luego de café... luego me lo corté... y fui a mi graduación con el pelo corto.. y con max... Caos total. Aprendí a no hacer planes, porque a los 14 no era nada de lo que quería ser cuando tenía 11... sino más.
El 2008 entré al Penta en el Verano. Se cierra la básica, comienza la media y comienza mi amor por la filosofía en un curso con el profesor Álvaro Ferrer. Reafirmado en este punto ya que amo, amo, amo escribir, empecé a pensar qué quería ser cuando grande... no, todavía no sé. Me cambié de casa, dejamos el departamento, me desmotivé en varios aspectos y este año fue especialmente malo, pero no importa, se puede omitir. Fueron mis superduperquinces. Se acabó el año... 2009: Entro al Kent, cerrando completamente un capítulo de mi vida, dejando cosas atrás, personas, historias, colegio... Llevándome a la pregunta de que si alguna vez uno deja las cosas atrás o sólo les echa tierrita encima como hace Tábata con sus cosas en su caja de arena. Por ahora de este año poco sé.. Se espera un año mejor que el anterior y ya se verán los protagonistas en el escrito de 17. Mientras tanto me siento, de nuevo, con cara pensativa tratando de no escribir algo parecido a lo que escribí cuando cumplí 12, o 13, o 10 o esas edades locas en que las hormonas, de verdad, me llevaban a pensar que tenía algún tipo de don mágico para hilar las palabras y hacer que sonaran tan ilógicas que a alguien le hiciera un sentido y le llegaran un poquito más allá del lado cognitivo.. y se acordara alguna vez de mí... A los 15 me di cuenta que sí lo tenía y aún bajo el efecto de las hormonas pude dilucidar que sólo estaba bien escondido, pero estaba ahí.
Tal vez sí es un poco parecido.. tal vez, Adry no cambia nunca o es verdad que la vida es un ciclo y estoy (cito a Manuel) un año más cerca de mi muerte. No me importa, realmente.. si hace 16 años estaba pensando en nacer. La idea es hoy nacer de nuevo...

Gracias por 16 años maravillosos y ojalá sean dosmilquinientosnoventaynueve más.