domingo, 26 de abril de 2009

Reflejo Reducido

Despierto dormido, duermo despierto, mientras veo al puntito café correr por la casa e iluminar todas las fotos en las paredes, envuelto en una bruma extraña que sólo puede pertenecer a un sueño. El mundo gira en torno al puntito café.
Levanto mi mano derecha para tantear el aire que se siente más denso, quizás por la misma bruma o porque los colores se tornan más pálidos, creando un efecto visual que mi mente interpreta con tacto. Mi mente tampoco está del todo bien últimamente. Levanto mi mano izquierda y siento el ventilador soplando. Es la tonta manía que tengo de dejarlo siempre prendido por la noche para no escuchar el vacío, mientras mi cuerpo se deja consumir por la inmensidad de la cama a la que me encuentro condenado hace ya más tiempo del que puedo contar con las manos. Tampoco es que tenga muchos dedos en las manos… pero las semanas se me han hecho inmensamente largas.
El cuarto está oscuro. Lo digo porque las cortinas están cerradas y de cuando en cuando preferiría que las abrieran para que entrase un poco de luz, pero nadie las abre, y me pregunto, por lo mismo, si en realidad alguien recuerda que estoy aquí, aunque a la vez me respondo que yo no pertenezco aquí y caigo en razonamientos absurdos de mundos alternos, de realidades diversas que no me llevan sino a conclusiones más estúpidas, más breves, más ilógicas que me hacen creer que tal vez debería despertar.
El puntito café trepa la pared derecha, cuidando de que yo no lo vea. Lo sé porque se mueve rápido y cada vez que lo miro fijo, se detiene. No sabe que lo observo también con la punta del ojo cuando no está atento. Hace círculos a su paso y me deja ver los recuerdos de un lugar lejano. De lejano lo clasifico porque a este nivel, nada me queda cerca, sino mi propia agonía y esta necesidad de pellizcarme el brazo, para saber si siento dolor. No lo hago por temor a que esto sea real.
Me brinca en la cara la soledad, a mi lado se recuesta el vacío y lo percibo junto a mí, como un amante confuso dispuesto a irse y quedarse a la vez, sin querer dar respuestas claras ni señales concisas, pero es lo más cercano al amor.
El puntito café aparece y desaparece detrás de los marcos de las fotos colgadas. Crece de repente y se convierte en una aurora junto a la cortina. Se empequeñece y se me vuelve invisible. Se precipita desde el techo y cae al suelo para seguir jugando con mi vida, sabiendo que yo no puedo alcanzarlo nunca. El puntito café se burla de mí en mi cara. El mundo gira en torno al puntito café.
Me aparezco, entonces, yo mismo envuelto en una bruma extraña que sólo puede pertenecer a un sueño o a una pesadilla, viendo correr las fotos en las paredes y la casa, por el puntito café, molesto, confundido, exaltado, medio cansado, medio suicida… duermo despierto y despierto dormido.

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