jueves, 10 de diciembre de 2009

Byrus

En un punto yo creo que fallé. Y fallé de la peor manera que fallan las personas, porque en un punto también me consideré mi existencia, como la existencia de una persona, más allá del sexo, más allá de razas y religiones, más allá de todas las cosas que podrían o no significar algo en lo mundano y patético que rodea lo poco que somos o, más bien, lo poco que va quedando de lo que realmente somos. De cualquier manera, en un punto, sé que fallé.
Fallé y luego mentí. Mentí porque me molesta completamente admitir mis errores, porque denro de mi cabeza yo no cometo errores, porque siempre al final el que se equivoca termina solo, más allá de sexo, más allá de razas y religiones. El que se equivoca siempre es el tonto, el malo, el triste. El que se equivoca termina solo.
Después de mentir, sonreí y los miré a todos a los ojos y les dije. Les dije con mi mejor entonación que yo sí puedo mentir, pero no me creyeron. Tal vez están tan acostumbrados a que les mientan, por sobre sexos, razas y religiones, que no pueden soportar que les digan la verdad. Tal vez he mentido tanto que nadie desea creerme, pero prefiero pensar que, hasta antes de equivocarme, yo sí solía decir la verdad. Tal vez la gente miente tanto que simplemente espera que le mientan también. A mí siempre me mintieron y no lo esperaba, luego, fui yo quien mintió.
Y cuando nadie me hubo creído que yo mentía, cuando todos estaban convencidos de que siempre digo la verdad, yo reí a carcajadas, con el mundo en mi bolsillo... como en una secuencia demente, media loca, medio fuera de mí, sí, como siempre, feura de lo que me gusta de mí, lo que acostumbro a ser, lo que tengo a la rutina acostumbrada a que yo sea, fuera de espacios, de sexos, razas y religiones, fuera de todo lo que rodea lo poco que queda de nuestras patéticas e infinitas existencias circulares, fuera de todo, yo me reí a carcajadas en la cara del mundo.. y todos rieron conmigo y cenaron conmigo y nos fuimos a acostar, más tarde, a donde las aguas caen en silencio, junto al fuego. Junto a una fogata. Junto a nuestras almas un poco inofensivas, un poco inocentes, pero no completamente. Junto a nuestros sexos y razas y religiones, dormimos. Junto a la estúpida necesidad de reir y fingir ser feliz... Juntos todos... pero el que se equivoca siempre termina solo. Por eso en un punto, yo creo que fallé.

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