domingo, 13 de diciembre de 2009

Yo no tengo alas.

Yo, sí, ese yo que tú conocías o que alguna vez creíste conocer, tiene ganas de saltar por la ventana a ver si de verdad puede volar. No, no es otro estúpido intento suicida de ese yo depresivo que pensabas que vivía en mí. Es otro estúpido intento de desgracia de un tú que todavía encuentra cabida en pequeños pedazos vacíos de la isla en la que te guardo y que se difumina lentamente. Mientras más lo pienso, menos lo creo.
Yo, sí, ese yo que todos admiran o que alguna ve creyeron admirar, tiene ganas de gritar de emoción. Es que ese yo está alegre y confiado. Ese yo que todos quieren, que todos desean ser alguna vez, está sentado en un sillón de terciopelo rojo, está conforme, está tranquilo. Ese yo tiene todo lo que desea. Pero a ese yo, yo no le creo mucho. Quizás ese es mi mayor problema.
Yo, sí, ese yo que él quiere. Ese yo con el que le gusta conversar, con el que le gusta caminar. El yo inocente que siempre tiene algo para decir y que no puede evitar expresar lo que siente a cada momento. El yo apasionado, el yo poético, el yo dramático, el yo eterno e imperturbable. El yo que derrite con la mirada... Ese yo tiene una flor en la mano. La otra está en el piso y, podría decir conformar, pero no es la palabra correcta, está contento, sí, está contento porque ve renacer sensaciones y piensa, que a pesar de que amar es distinto cada vez, el amor siempre es el mismo. Pequeño yo idealista.
Yo, sí, el yo sincero, que no miente, pero que se esconde. Que tiene un vaso de agua siempre medio vacío y alguna que otra hora, medio lleno. Que se confunde con otros y busca una identidad propia en mi cabeza. Yo, sí, el yo que no puede parar de pensar y maquinar todo. Yo, sí, yo.. el yo que tú conocías y que todos admiran, el yo que él quiere.. ese yo se para del sillón con la flor en la mano abre la ventana y tiene muchas ganas de saltar sólo para saber si puede volar (aún).

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