lunes, 1 de febrero de 2010

Abriles en parís

Pero tú no sabes nada y él quiere evitar pensar que no lo haces: como octubre y las lágrimas y las almohadas y las miradas y las películas que siempre tenían un significado oculto, nada es transparente ni sincero. Es culpa tuya... y te lo recriminas, pero no importa. Puedes vivir con tu propia culpa y quedarte en el sillón rojo o comprarte uno azul para pasar las penas. Como otoño en el jardín de la eterna primavera, como atardeceres tardíos, como frases célebres, como los lugares comunes, los clichés y el abril en París.
Tú caminas; la gente camina al rededor tuyo. La gente es tonta y lo sabes; por eso te juzgas animal, para no tener que considerarte gente, para ser alguien obtuso, para que nada tenga la necesidad de ser trascendente o ascendente o descendente, para que no te juzguen si no puedes mantener a nadie a tu lado sin exigir, para que noviembre no sea un fastidio y en diciembre no te sientas culpable y más que nada, un ser solo y deprimido frente a un espejo traslúcido. Es enero en Haití.
Él camina, pero no junto a ti porque, aunque no lo parezca, va dos pasos más adelante siempre como las flores que se marchitan en febrero para evitar marzo, abril y junio. Es un año más grande por dentro y envejece lindo; envejece como envejecen las criaturas eternas, como muere lo que no muere, como perecen los inviernos en las cumbres de las montañas que se alzan por sobre sitios que tu imaginación no alcanza... por el infinito negro donde nuestra voz no alcanza. Y José Asunción sonríe desde la tumba. Es como julio en Madrid.
Él no te mira y tú no lo miras. Omites su mirada, prefieres el otro camino. Sí, el camino del cine, el fácil, el que la gente escucha, el que te permite ser todos y de todo. Sí, prefieres el camino que no perece porque el placer puede llegar a ser infinito y sonríes (por inercia, tal vez) como si hubieras ganado algo... pero tú no sabes nada y él quiere evitar pensar que no lo haces. Él siempre sabe todo, sabe del octubre de lágrimas y almohadas, sabe de miradas y películas sin significado concreto, pero que para ti eran algo oculto, porque no puedes creer que nada sea transparente ni sincero si tú no lo eres. Es culpa tuya... y te lo recriminas, finges que no importa. Puedes vivir con tu propia culpa y quemar el sillón rojo para comprarte uno azul y ahogar tus penas y tu autovaloración. Como un otoño en el jardín de la eterna primavera, como los atardeceres tardíos, como las frases célebres, como los jodidos lugares comunes, los clichés y el abril en París. Así de triste, así de patético... así te ve él desde el otro lado del panel reflector. Tan evidente...

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