martes, 3 de febrero de 2009

Desesperation Progress

Bebé se acerca a la cornisa para no caerse por el abismo de su alma que se tiende lentamente a su espalda y no está solo porque hay un millón de sombras llamándolo desde la parte de atrás de la habitación, entre la oscuridad, la nada y el reflejo de la luna atravesando el vidrio de la ventana.
Siente un susurro en su cuello y casi siente el alma escapándosele entre las manos como todas las otras cosas que ama, que no ama, que extraña, que siente y que olvida, pero más es la sensación de nada que nada en su columna y recorre lentamente sus brazos, sus manos, su cintura, sus piernas, hasta sus pies donde presiente la caída aún mas alta de lo que pensó mientras huía de los fantasmas. Solo.
Las paredes están frías y Bebé no quiere aferrarse porque no le gusta el hielo ni el agua ni las lágrimas ni el silencio. Bebé no está hecho para el silencio. Quizás por eso está llorando y derrama lágrimas que son agua, que se vuelven hielo al tocar sus pies y crean una laguna de recuerdos que lo reflejan y lo asustan aún más que la soledad. Está aterrado.
Al lado izquierdo del edificio brillan la luna y dos estrellas baratas, de esas que se consiguen en cualquier parte y que nunca cumplen los deseos, esas en las que perdió la fe cuando las luces de la calle empezaron a opacar el cielo y el humo de los cigarros a nublar la ciudad, a esconder los rostros, las copas de los árboles y los sueños que se van y se pierden. Está aterrado y sin luz.
Sombras y más sombras en la parte de atrás de la habitación, canciones que no suenan tan bien como antes y el temor de morir está escondido entre basura sentimental, las palabras que no se dijeron, las cosas que perdonó, su propia inocencia infantil que se ha convertido en mansedumbre y luego en debilidad. Debilidad de espíritu y de palabra, Bebé es toda una crítica social ambulante.
Bebé no está hecho de palabras y sus fantasmas tampoco, Bebé no es recuerdos, no es desespero, Bebé sólo es alguien cayendo y callando, mientras se acerca a la cornisa para no caerse por el abismo del alma que se tiende lentamente a su espalda, aunque no esté solo, aunque no esté dispuesto a tirarse, aunque esté todo nublado allá arriba, aunque no se vea nada por las inútiles dos estrellas que no ayudan al reflejo de la luna atravesando el vidrio de la ventana y sólo dejan…
Oscuridad y Soledad.

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