domingo, 18 de enero de 2009

Consciencia Suelta

Y llegas a un punto en el que todo colapsa, después de pasar tres días debajo de la lluvia, pensando que quizás después saldrá el sol. Después de soñar cuarenta veces que mañana sí que sí, todo cambia. Después de pararte al borde del edificio, mirar abajo y no saltar porque sabes que todo será diferente.
Porque te diste ochenta vueltas a la ciudad, otras cuarenta en la idea que estás creando, veinte a los deseos de irte, diez a los de quedarte, cinco a la necesidad de no estar solo y cuando tratas de seguir girando todo se reduce a un absurdo porque no existen vueltas a medias. Porque generalmente te cansas rápido ¿Verdad? Porque las cosas siempre son demasiado monótonas, la vida muy general, la gente muy normal y tú no eres normal. Lo sabes, siempre lo supiste. Porque te cuesta hablar de ti en primera persona y por eso estás hablando en segunda y esperas que alguien entienda el punto de escribir esto, pero realmente no hay punto sino las voces en tu cabeza que pretenden dividir todo de dos en dos para no hablar de amor porque el amor te enferma y mientras más enamorado crees estar, más te enferma y más te vuelves normal, general y monótono, pero tú no quieres serlo, entonces dejas las cartas de amor que sabes que tampoco tienen mucho sentido y empiezas a escribir como si quisieras darle un sentido a algo, al menos, para darte cuenta después de muchos intentos que nada tiene demasiado rumbo. Y usas rumbo como sinónimo de sentido para no repetirla de nuevo, pero de nuevo lo estás repitiendo y miras que todo es un montón de palabras que se entrelazan, creando algo que no es estéticamente muy lindo, sino que se vuelve en... consciencia suelta... así le dijeron, creo. Consciencia suelta que no es tu propia consciencia sino en parte lo que escuchas en tv, porque de la nada aprendiste a hablar inglés y crees que puedes entender a los gringos sin mirar los subtítulos blancos que aparecen y salen rápidamente y luego te acuerdas que antes no los alcanzabas a leer, pero ahora sí, y te acuerdas de la primera vez que viste una película sin necesidad de que te los leyeran y piensas que ya estabas muy grande como para no alcanzar a leerlos, aunque en realidad aún no estás muy grande sino que eres pequeño... o pequeña... o depende mucho de a quién le estás hablando, si quieres que esté afuera o adentro o de que salga o se quede o que vayas al parque y te cuelgues de las barras que nunca has soportado, tal vez porque siempre te han sujetado para que puedas pasarlas. En fin... sigues pensando, sigues creyendo que de alguna manera encontrarás una manera de guiar esto a algo, piensas, meditas, cierras un poco los ojos, poniendo cara de suspicaz, te sacas el pelo de la cara, suspieras y te llega la iluminación de que, cuando es realmente el final, llegas a un punto en el que todo colapsa.

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