sábado, 10 de enero de 2009

Casus Belli

Que el amor no desaparece sino que se transforma y quema todos los espacios en donde alguna vez estuvo, dejando vacío, soledad, la necesidad de llenarlo con algo más. Que la vida es muy larga, el destino muy impreciso, las ganas de verlo muy fuertes y su ausencia cada vez más pesada, más remota, más estúpida, más sin sentido, más ella.
Entonces, cierra la ventana, la puerta, apaga la luz y escucha su sombra hablando despacio como si quisiera decirle que todavía no está muerta, que despertará para darse cuenta de que no está tan sola, que está la nada también aún para amedrentar la felicidad, la cordura y un desenlace posible. Y ella pregunta todas esas preguntas tontas que ni el silencio ni su sombra ni la nada pueden responder. Ella pregunta todas esas preguntas tontas que ella misma no quiere responder.
Luego no suena nada, sino el espacio entremedio: agresivo, duro, inerte y las fotos de la pared que mantienen los ojos cerrados para no verla llorar, cantan. Y el peluche con forma de oso que está en la cama, llora. Y la cortina que se mueve con su respiración, se transforma. Y el sonido de la nada rompiéndose, dejando de ser nada, volviéndose todo, comprando sus ganas de vivir, se mueve y ella misma se rompe, llora, canta por dentro una canción incomprensible, lenta, burda, lenta, triste y tontamente lenta. Donde nadie la escucha, donde nadie la siente, porque esto puede ser un sueño patético y cabe la posibilidad de despiertar con la nada al lado, para que sus manos dejen de temblar, sus ojos vuelvan a brillar, para que la sonrisa de él no se borre de su mente y lo tenga cerca, como antes, como nunca, como siempre, para no cansarse de ella misma se repite que el amor no desaparece, sólo se transforma y lo que deja a su paso es más que soledad.

No hay comentarios: