lunes, 5 de enero de 2009

Vielen Dank

-

Está bien, me lo merezco. Porque anoche cuando te diste vuelta y te dormiste sin decirme nada, yo no te pedí que conversáramos un rato, que tratáramos de solucionar esto, que le diéramos otra vuelta, pues quizás todavía hay algo que hacer. Porque cuando te dije te quiero y te quedaste callado, yo no te lo repetí, no te pedí que me lo dijeras tú también, no te tomé de las manos, no sonreí tristemente para hacerte sentir mal y hacerte decirlo aunque fuera por lástima.

Es mi culpa. Porque cuando te llamé y no me contestaste el teléfono no seguí insistiendo, porque cuando me devolviste la llamada cuatro horas después no quise responderte porque estaba muy ocupada escribiéndote esto, porque cuando te pedí que saliéramos los dos solos y tú aceptaste, luego dijiste que no podías, que el trabajo, que el tiempo, que los años, que estamos siempre mal, que cada vez peor, que no me interesa, yo no me puse a llorar, no me quedé vestida, no me acosté enojada, sino que asentí, te sonreí y me fui a dormir.

Tú puedes irte tranquilo que siempre he sido yo la que daña la relación. Yo y mis inmadureces, mi falta de compostura, mi necesidad de decir todo lo que pienso y de sentirme querida. Siempre he sido yo: la acosadora, la tonta, la que se ríe muy fuerte y habla muy rápido. Yo, la que te necesita diez horas al día y le das diez minutos a la semana. La que no puede vivir sin ti, la que puedes desechar, de la que no te acuerdas, a la que no piensas sino cuando estás aburrido. Siempre he sido yo.

Así que acuérdate cuando estés solo y triste que puedes morir tranquilo porque te libero de toda carga. Cuando quieras que alguien te llame en la tarde para saber cómo estás, que alguien te abrace en la noche, que te digan te quiero, que te escuchen. Acuérdate cuando ya no quieras seguir saliendo, el trabajo no sea motivo y tus amigos se hayan ido, porque siempre se van y cuando estés sentado en la mitad de la calle preguntándote por qué nadie te mira, por qué todos son tan distantes, por qué no hay brazos que te abracen por la espalda de repente o te sientas, quizás, aliviado de no escucharme, de no tener que soportarme, de tener veinticuatro horas libres y nadie que las quiera recibir, piensa que yo estaré tranquila, ya con algo más por lo que vivir, sin tener que rogarte, sin tener que sufrirte, sin mendigar amor y lejos. Porque la vida es así y está bien, me lo merezco.

No hay comentarios: